Santa Teresa de Ávila te Invita a Sanar
Santa Teresa de Ávila: Compañera en la salud y la enfermedad
Si tienes problemas de salud o el corazón herido, Santa Teresa de Ávila te ofrece el regalo de la sanación en cuerpo y alma. En este post te comparto cómo esta mujer extraordinaria transformó mi vida en mis más dolorosos momentos. Acompáñame en esta jornada espiritual.
Santa Teresa de Ávila me abrió las puertas al mundo mágico de la contemplación y me brindó una amistad con un Dios que es tan amoroso como accesible.
Desafortunadamente, no atravesé esa puerta hasta la mediana edad.
Tenía apenas 16 años cuando Teresa apareció en mi camino y sembró una semilla en mi alma que floreció como una flor perenne, urgiéndome que la hiciera mi compañera de viaje en varias etapas de mi jornada espiritual.
Santa Teresa de Ávila entró y salió de mi vida por unos 30 años.
La vida y obra de los místicos Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz fueron parte de mi currículo de literatura española en la escuela superior. Estudiamos estos santos, no por su santidad, sino por sus logros literarios.
Una vez la conocí, me fue imposible no enamorarme de Teresa. Esta mujer del siglo 16 estaba muy adelantada a su tiempo.
Fue una mujer poderosa en un mundo dominado por los hombres—reformadora, fundadora de conventos, autora y contemplativa.
Incorporaba la contradicción. Era una mujer pequeña de una grandeza majestuosa, quien poseía una pasión por la vida y un sentido del humor que la hacían invencible ante la adversidad.
Pero lo que más me impresionó de Teresa fue su amor por Jesús y la relación tan íntima que sostenía con El.
Santa Teresa de Ávila experimentó visiones místicas y comunión con Jesús de maneras inimaginables.
Me impresionó la imagen de la escultura de Bellini, El Éxtasis de Santa Teresa en mi libro de literatura. En ella, Bellini representaba la visión de Teresa en la cual un ángel le atravesaba el corazón con una flecha de oro, incendiando su corazón con amor a Dios.
¡Cuánto añoraba acercarme a Dios, convertirme en una con El, como Teresa! Pero yo no era una santa, ni una monja ni una mística. Me apenaba que estas experiencias eran reservadas para los santos. Yo era solo una estudiante de colegio católico, indigna de un honor semejante.
Pero mis sentimientos de indignidad no desvanecieron mi fascinación por Teresa.
Visité su convento en Ávila y devoré su obra maestra, Las Moradas. Se me hizo difícil entender los escritos de Teresa en español antiguo, pero algo llamó mi atención. Teresa le advirtió a sus monjas quienes, como yo, añoraban experimentar el éxtasis de la unión con Jesús, que si aspiraban a la comunión con Jesús, también tenían que tomar parte en su dolorosa pasión.
Me aterrorizó el pensarlo. ¿Era lo suficientemente valiente para soportar el dolor causado por una flecha en el corazón para entrar en comunión con Jesús? Me pareció una hazaña extraordinaria para una niña común.
Pero Jesús me tenía una sorpresa. Él deseaba entrar en comunión conmigo.
Muchos años más tarde, me diagnosticaron migrañas crónicas diarias y padecí un dolor insoportable. Entonces me acordé que Teresa también padecía de jaquecas espantosas y que era la patrona de las personas que sufren de dolor de cabeza.
El sufrimiento de Teresa me dio aliento, y me pregunté si esta aflicción me acercaría más a Dios. Esto me inspiró a llevar una práctica contemplativa. Por casualidad, encontré una vieja copia del libro Sadhana, un camino de oración, escrita por el padre jesuita Anthony de Mello. Este libro encendió mi evolución espiritual y me enseñó que hay un sinnúmero de maneras de experimentar comunión con Dios.
De Mello describió a Teresa como alguien que “escaló las cumbres de la unión mística con Dios.” Teresa estaba agradecida por su mente dispersa, la cual la forzó a expresar su amor por Dios rezando con su imaginación en vez del intelecto.
Y así acepte el reto a orar como Teresa, en mi imaginación. En mi corazón, consolé a Jesús en el Monte de los Olivos. Me convertí en la mujer que tocó su manto con una fe inquebrantable en que El me sanaría.
Pasé deliciosas horas en silencio, meditando en el amor que sentía por ese Dios que me guió por un camino inesperado hacia una fe absoluta y la sanación espiritual.
A pesar de haber perdido mi salud, mi carrera y otras cosas importantes para mi, me di cuenta de que Dios me había ofrecido una oportunidad única de compartir la pasión de Jesús.
Comprendí que no se necesita ser una santa para experimentar una exquisita comunión con Dios.
Sobre todo, aprendí que cuando buscas a Dios con sinceridad, El vendrá a tu encuentro en donde estés. Que Dios desea una relación contigo tanto como la deseas tú. Que no necesitas ser ni monja ni santa para ser una con Dios.
Ese es el regalo de su gracia.
Dios nos ofrece a todos una invitación de encontrarlo en el silencio. No se necesitan palabras mágicas ni ser un VIP—solo un deseo sincero de intimar.
Mi enfermedad fue un regalo. Fue un portal a una profunda conexión con Dios—una conexión que no cambiaría por la salud que había perdido.
Han pasado diez años desde el comienzo de mi enfermedad. Ya no padezco de migrañas todos los días. Pero a veces sufro ataques de migraña que duran meses.
En vez de vivir con miedo a una recaída, he aprendido a sentir paz en medio de la incertidumbre y de la adversidad.
Esta es mi lección: tengo acceso a Dios en la salud y en la enfermedad. En el mundo y fuera de él.
No tengo la menor duda de que Dios y yo estaremos juntos–por el resto de mi vida y en la eternidad.
Y doy gracias por mi enfermedad, el portal hacia mi espiritualidad.
The post Santa Teresa de Ávila te Invita a Sanar appeared first on Sonia Frontera.